La culpa… ¿la tiene el sistema?
Camila Sánchez Lecaros Directora Emprendemos +
- T+
- T-
Camila Sánchez
Cuando conversas con un emprendedor, es bien probable que te cuente más de sus dificultades que de sus logros. De sus dolores que de sus éxitos. En Chile somos campeones para emprender y crear empresas nuevas, pero también lo somos para desertar, y más aún para quejarnos.
Entre los emprendedores se escuchan constantemente lamentos sobre un sistema con irremediable burocracia. Impuestos que los ahorcan, que no los dejan crecer y que no van acorde al tamaño de sus negocios. Que conseguir financiamiento se transforma en una maratón difícil de alcanzar, porque es desigual. Que los bancos y sistemas financieros no los consideran. Y la queja reina: que el producto local no es valorado y el consumidor prefiere lo masivo/barato.
Por consiguiente, el hecho de lograr un negocio escalable se torna casi utópico para muchos. Porque cuesta y mucho. El camino del emprendimiento es sinuoso, pero en mi opinión, es el más gratificante. Y sobrevivir a ese camino y disfrutar sus logros tiene mucho que ver con la disposición, con manejar la frustración y con hacerse cargo siempre sin culpar lo externo. El problema surge cuando nos quedamos estancados en la crítica y se termina responsabilizando a las bajas estadísticas en vez de preguntarse qué se está haciendo mal. Porque es más fácil y cómodo quejarse que hacerse cargo. Los casos que he conocido con mayor éxito son de quienes buscan una y otra vez nuevas soluciones, encuentran su valor agregado, se capacitan, aprenden, se equivocan varias veces y prueban distintas formas. Así, el esfuerzo y la constancia son tan potentes, que terminan por triunfar. Sería mucho más auspicioso e inspirador mirar “el vaso más lleno” en donde el mercado alcanza para toda idea bien pulida y ejecutada.
Si pusiéramos la misma energía con la que criticamos al sistema, en el foco y esfuerzo para buscar una propuesta de valor, a muchos les iría bastante mejor. Se trata más bien de tomar responsabilidad de las propias falencias y errores. Y no hablo de “inventar la rueda”, vender un producto o servicio igual a mi competencia no tiene por qué ser una amenaza. Siempre y cuando pueda gestionarlo distinto al otro en la medida que le invierta más esfuerzo y le busque la diferencia una y otra vez. Ni el sistema, ni el consumidor, ni el cliente, tienen más responsabilidad que yo mismo en mi negocio.
En un mundo ideal, no desesperar ni rendirse cuando los resultados no sean inmediatos sería maravilloso. Porque ningún negocio obtiene frutos al corto plazo y esa realidad debiera tenerse bien clara al momento de emprender. Si no se están obteniendo los resultados esperados, probablemente tenga que ver con que no se está ofreciendo algo más valioso que la competencia. Crear una marca/empresa conlleva aprendizaje continuo, constancia, dedicación, mucha experimentación y dejar de culpar al sistema y eso significa un esfuerzo mayor, el cual no todos están dispuestos a invertir.